jueves, 9 de octubre de 2008

El perro afortunado

Hace mucho tiempo, en un lugar lejano, un perro iba por el bosque junto a su gran amigo y a la vez su amo, un cazador. Cuando llegaba la noche, el cazador junto a su perro salieron a caminar, mientras lo hacían llegaron a un acantilado y en ese mismo momento venía un tren. El cazador no alcanzó a arrancar, por lo que fue asesinado por el tren, dejando al perro muy triste y abandonado.
Al verse tan solo el perro, decidió caminar por la línea del tren hacia la gran ciudad. Al llegar, un raro fenómeno ocurrió. Un eclipse solar se estaba formando, dejando todo a oscuras y al mismo momento una gran brisa comenzó a correr. De la tierra comenzó a salir una gran sombra, que tenía unos enormes ojos morados, que arrasó con todo, excepto con el perro, al cual se acerco, pero no le hizo nada.
Cuando el perro despertó al otro día, se sentía mal y decidió tomar agua, pero ésta no le ayudó en nada, peor aun, hizo que se sintiera más mal. Luego de beber agua, aparecieron muchas luces, que venían de una nave espacial. El perro como embrujado comenzó a observarlas y cuando estaba haciendo esto, desde el centro de la nave, salió una gran luz, que comenzó a elevar al perro hasta el platillo. Dentro de la nave habían unos pequeños hombrecillos de color verde, que comenzaron a mirar al perro. Lo miraron y lo miraron, hasta que uno dijo: “Sí, este es el perrito que vimos la otra noche. Es el que elegimos para que sea nuestra mascota”. El perro, al principio se asusto mucho, porque, recordó la cara de uno de ellos y lo que habían echo la otra noche, pero después se comenzó a sentir muy bien, ya que los hombrecillos lo trataban con mucho cariño y hasta le dieron un nombre. Ahora Serafín, el nombre que le pusieron los hombrecillos, se sentía feliz y amado, tal como se sentía estando al lado de su gran amigo, el cazador. Pero lo más importante, se sentía el pero más afortunado, ya que era el único perro que podía decir que sus amos eran unos marcianitos, que lo querían y lo respetaban, tal y como él se lo merecía.

Pablo Araya

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